El ser humano siempre ha tenido la necesidad de buscar maneras de desplazarse y dominar diversos entornos. Descender ríos con rápidos siempre se ha hecho necesario tanto para los exploradores como para diversos profesionales, que aprovechaban la fuerza de los ríos para transportar materiales y cargas.
Desde las primeras e ingeniosas barcas hechas con troncos hasta los modernos kayaks de hoy en día, las personas siempre hemos tratado de mejorar el sistema de descenso de los ríos para poder desplazarnos a través de ellos.
Si hablamos concretamente del rafting como actividad deportiva de aventura, debemos remontarnos a los años 50 para ver los primeros indicios de su desarrollo. Estableceremos la fecha de nacimiento del rafting en los Juegos Olímpicos de Múnich 72.
La inclusión de esta actividad en los Juegos Olímpicos catapultó al rafting como deporte de masas y lo popularizó en todo el mundo. Para este rápido desarrollo fue suficiente con mezclar el espíritu aventurero del ser humano con su instinto comercial para ponerlo al alcance de todos (con empresas que organizan la actividad y empresas que crearon nuevos materiales para llevarla a cabo).
Tras Múnich 72, el deporte comenzó a desarrollarse como atracción turística. Poco a poco comenzaron a abrirse ríos atractivos para realizar la actividad, lo que permitió explorarlos con unas condiciones de seguridad desconocidas hasta entonces, gracias a los nuevos equipamientos que se estaban desarrollando. Se accedió a la navegación por ríos de gran dificultad que no se habían podido explorar hasta ese momento.
Los Alpes franceses fue la zona pionera en la práctica del rafting comercial en Europa. Los Estados Unidos también se pusieron rápidamente en marcha, y organizaron una red de ríos y empresas que prestaran la actividad.
En nuestro país el rafting se inició en los Pirineos. A mediados de la década de los 80, un grupo de franceses aficionados a este deporte vieron el gran potencial que presentaba el río Noguera Pallaresa, situado concretamente en el Pirineo de Lleida. Este río, que fue el pionero en la práctica del rafting en España, está considerado actualmente como uno de los mejores destinos de toda Europa para la práctica de esta actividad.
Después de este descubrimiento, poco a poco se fueron consolidando las primeras empresas españolas, concretamente en el pueblo de Sort, zona que actualmente cuenta con un gran número de empresas dedicadas a la actividad.
De todas maneras, en los últimos años el rafting se ha popularizado muchísimo como actividad deportiva en España y se ha extendido por todos los ríos españoles que permiten la realización de esta actividad con unas condiciones mínimas, tanto de seguridad como de emoción. Zonas como el Pirineo Oscense o el río Cabriel en la Comunidad Valenciana han tenido un gran auge como zonas escogidas para la práctica del rafting.